Cambiemos, con otras siglas

El problema estratégico de la comunicación

Uno de los problemas más acuciantes de la política de izquierdas progresista en la Argentina de hoy gira en torno a la comunicación.
Es posible que una afirmación de este tipo resulte desconcertante, especialmente cuando recordamos el modo en el cual la coalición gobernante, y en especial el núcleo duro del PRO, achaca a los errores comunicacionales algunas de sus hipotéticas derrotas sociales.

El tarifazo, el 2×1, la cancelación de los subsidios a los discapacitados, todas estas y muchas otras medidas impopulares del gobierno, suscitaron una reacción bronca por parte de la sociedad.
Los responsables de cartera en todos estos casos explicaron la reacción social refiriéndose a los problemas de comunicación que tiene el gobierno a la hora de explicar sus medidas.
Lo que se pretende es que esas medidas hubieran sido aceptadas por la gente si hubieran explicado correctamente. Cuando esta estrategia falla, se apela al reconocimiento del error y se hace marcha atrás.

La comunicación entendida en el marco del derecho a la información

Por lo tanto, lo primero es señalar que no nos referimos a este tipo de comunicación, de carácter y propósito exclusivamente estratégico y manipulativo. Lo que pretendemos en esta nota es otra cosa, prestar atención al derecho y necesidad de la ciudadanía a estar informada, a tener herramientas que le permita comprender el contexto y la relevancia de lo que está en juego en el debate actual en Argentina.
A nuestro entender, lo más relevante en un mundo globalizado como el que habitamos es entender que lo que ocurre en la Argentina forma parte de una tendencia global.

Ni la derrota del kirchnerismo, ni su contracara: el triunfo circunstancial del macrismo, es fruto exclusivo del complejo tejido socio-cultural, político y económico de la Argentina. Tampoco completamos la explicación atendiendo a la situación en clave regional. Lo que ocurre en Argentina es la ilustración de un conjunto de circunstancias que afectan el actual momento histórico en una variedad de maneras a todas las sociedades del globo.
Una genuina comprensión de la especificidad del devenir nacional en todas las áreas antes mentadas, y los peligros que la actual configuración y equilibrio de poder en Argentina depende de la compresión que tengamos de lo que está ocurriendo globalmente.

La cuestión social

Un espejo donde buscar una explicación de lo que está pasando en el país es Europa. Y el tema específico en donde esto se ve con más claridad es en la llamada cuestión social. La reciente historia social del continente permite reconocer tendencias y orientaciones básicas (contestadas por los movimientos populares, a despecho de la complicidad de la izquierda institucional) con plena vigencia empírica y normativa en la Unión Europea.
Uno podría pensar que lo “social” está ausente en Europa o ha sido empujado a los márgenes. Esto es así porque tendemos a pensar el neoliberalismo con presupuestos erróneos.
El neoliberalismo, a diferencia del liberalismo clásico, se caracteriza por haber modificado de raíz la pretensión originaria de construir un estado mínimo. El Estado neoliberal está lejos de ser un pequeño Estado. Es un Estado tan “sobredimensionado” (si así quisiera explicárselo) como el Estado social, pero con una orientación radicalmente contrapuesta.
Mientras que en el segundo caso, la función del Estado consiste en proteger a los miembros más débiles de la sociedad, poniendo freno a las tendencias depredadoras del mercado y aplicando respuestas a las crisis que produce; el Estado neoliberal se dedica fundamentalmente a modelar las estructuras normativas del estado con el fin de aumentar los rendimientos globales de la economía de mercado. Es decir, el Estado neoliberal tiene el propósito, por ejemplo, de flexibilizar el mercado de trabajo para aumentar el rendimiento del capital, o transformar el régimen impositivo con el fin de beneficiar a los actores más poderosos.
Eso es justamente lo que hacen las autoridades europeas en todos sus estamentos: erosionar el derecho de trabajo y debilitar a los sindicatos, no solo dejando de proteger los derechos adquiridos, sino destruyéndolos de manera sistemática.
Esto se logra, no solo a través de la implementación de políticas económicas contingentes, sino a través de una transformación radical del edificio normativo, con repercusiones judiciales de largo alcance que aseguran (previsibilidad) al capital frente a las pretensiones (juzgadas abusivas) de los trabajadores en sus convenios colectivos.
En Europa, fue la complicidad de la izquierda al facilitar la edificación de ese sistema normativo, restrictivo en derechos y regresivo en términos salariales, lo que acabo destruyendo el potencial transformador de una sociedad movilizada, aprisionada ahora con el chaleco de fuerza de una red de leyes y normas jurídico-administrativas que convierten en estériles todos los reclamos.

La alternativa argentina

En Argentina, el edificio normativo que pretende imponerse está en ciernes. El massismo, algunas de las corrientes del Pj y el randazzismo son el equivalente en el país de esa izquierda europea cómplice que, al construir la cárcel social normativa, facilitó el nuevo encarcelamiento de las fuerzas populares que buscan una alternativa al destino que se les impone.
A dos años del «golpe electoral» de la extrema derecha argentina, la única alternativa viable para evitar la consolidación de un proyecto neoliberal cuyo posible fracaso anuncia el ascenso de opciones neofascistas (y no el regreso de opciones progresistas como suponen algunos ingenuamente) es un bloqueo legislativo que impida que las políticas contingentes se enquisten en el ADN del cuerpo normativo, naturalizando la injusticia social legalizada.
Por ese motivo, el llamado «peronismo responsable», el que dice haber acompañado al gobierno de manera equilibrada, y el «massismo constructivo», que firmó todas las leyes que necesitaba Macri para avanzar sobre los trabajadores y los más necesitados, han sido los más perversos síntomas de la derrota popular.
La frase: “Les votamos las leyes que necesitaban para gobernar”, no es otra cosa que la confesión de ser parte de un mismo proyecto restaurador en Argentina. La alternativa pulcra que mutará en establishment neoliberal plenamente funcional cuando se agote la bestialidad del ajuste y la sociedad exija un cambio que las élites maquillarán con una nueva fachada inane de «liberalismo social» frente al daño ya acometido.
La elección de Alberto Fernández como jefe de campaña de Florencio Randazzo (hasta la fecha) muestra que existe una pretensión de nuevo ciclo. Un acuerdo de lista única refutaría mis pretensiones (al menos en parte).
Sin embargo, por el momento, de manera análoga a lo ocurrido en la época menemista, y de modo semejante a lo ocurrido con el socialismo europeo en los años de gloria de un neoliberalismo engordado con el capital originario hurtado a los pueblos, Massa y Randazzo representan la promesa firme de colaborar en la consolidación del proyecto de Cambiemos, eso sí, con otras siglas.