Cómo se fabrica información o el modelo de abracadabra de la nueva ética periodística.

Lo primero es presentarle con la noticia en cuestión. Para ello, ofrezco a continuación el título elegido por EL PAÍS de España para «describir» el suceso:

MUERE UN ESTUDIANTE EN UNA MANIFESTACIÓN EN VENEZUELA

Al titular le sigue el siguiente encabezado:

Varias ciudades venezolanas son escenario de protestas a favor y en contra el cierre de un canal de televisión contrario al Gobierno.- Nueve policías han resultado heridos en la ciudad de Mérida

Una nota similar fue publicada por el diario LA NACIÓN de la Argentina. Es muy probable que notas similares hayan sido reproducidas en la mayoría de los medios corporativos que profesan con entusiasmo su antichavismo a costa de la verdad.

Mi intención en este post es pedagógica. Lo que vale para esta nota sirve también a la hora de enfrentar otras informaciones vertidas por estos u otros rotativos y empresas audiovisuales.

En la foto elegida para ilustrar el triste suceso, en ambos casos (me refiero a LA NACIÓN Y EL PAÍS) aparece un nutrido grupo de jóvenes que muestran un cartel en el que se lee: “Chávez, estás ponchao”.

A pie de foto leemos que se trata de estudiantes que se oponen al gobierno por la clausura de RCTVI, el medio en cuestión.

¿Qué es lo que el lector apresurado acabará guardando en su memoria para ir dando forma al trasfondo a partir del cual articulara sus opiniones explícitas en el futuro? Que un joven, un estudiante, fue asesinado durante unas protestas a favor de la “libertad de prensa”. Es decir: en el imaginario del hipotético lector, un joven ha sido asesinado por defender la verdad y la justicia frente a la tiranía y populismo de Chávez.

Pero lo que ocurre es que nada puede ser más contrario a la realidad, porque el jóven asesinado de apenas 15 años, no era un opositor al gobierno de Chávez, sino que era un simpatizante de la revolución bolivariana. Como ocurrió en otras ocasiones ya probadas, la oposición al chavismo, ha dado muerte a una persona que participaba en un marcha a favor del gobierno, a una persona que se manifestaba en contra de la manipulación a favor de intereses corporativos de una cadena mediática.

Pero de esto sólo nos enteramos si nos introducimos en el cuerpo de la nota. El propósito ha sido logrado, porque como sabemos, la mayoría de los ciudadanos apenas si ojeamos los diarios. Lo que quedan son los impactos que producen los titulares.

Todos nosotros somos gente grande. Sabemos que una tapa de periódico, en papel o en formato digital, no está diseñada al azar. Tenemos una larga lista de manipulaciones de este tipo en nuestros archivos. El periodista Pascual Serrano, por ejemplo, ha ofrecido enorme cantidad de documentos que ponen de manifiesto que estas empresas informativas funcionan más como agencias publicitarias ideológicas que como fuentes fidedignas.

Por supuesto, cada uno está en su derecho de defender la ideología, el proyecto político que más le plazca y promover el modelo de convivencia que crea más adecuado. Sin embargo, cuando en el debate público observamos la brutal asimetría que los intereses corporativos tienen a su favor, y la manera en la cual con desparpajo se despacha el poder con las mentiras más desopilantes, las personas de buena voluntad, al menos en su fuero interno, deberían resistirse a ello.

Creo que deberíamos hacer un esfuerzo en esa dirección. Ser más valientes, animarse a ir contracorriente.

Permitir que «formateen» nuestras convicciones, asentir a las formalidades y a la imagen como si ésta no estuviera ya cargada de ideología, es prueba, por un lado, de ignorancia, y por el otro, en vista al acceso que tenemos actualmente a perspectivas alternativas, de una profunda y patotera cobardía.

Ante semejante manipulación: ¿podemos seguir leyendo estos periódicos con la ingenuidad que acostumbramos?