La hipótesis
La hipótesis básica que anima esta nota sobre el ataque a la educación pública en Argentina es sencilla: la razón neoliberal es incompatible con la democracia y los derechos humanos.
La discusión sobre la paritaria nacional y los salarios docentes ocultan la voluntad de transformación de la educación pública por parte del gobierno nacional que sintomáticamente mantiene a Esteban Bullrich (un analista de sistemas sin experiencia alguna en el campo docente) como principal especialista de la materia encargado de la cartera en cuestión desde la asunción de Macri como Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
El neoliberalismo como régimen político
Al considerar al neoliberalismo como incompatible con la democracia y los derechos humanos, lo que hacemos es asociarlo (sin olvidar sus peculiaridades) con otros regímenes autocráticos o totalitarios que se dan de bruces con las democracias y que no reconocen los derechos básicos de los individuos. Una hipótesis de estas características necesita ser defendida, no solo frente a quienes se adhieren y promueven el neoliberalismo, sino también frente a aquellos que, desde la oposición, tienden a relativizar o creen en la posibilidad de llegar a alguna forma de maridaje entre los tres términos de la ecuación que analizamos (Neoliberalismo, derechos humanos y democracia).
Para entender lo que pretendo es imprescindible distinguir entre (1) el neoliberalismo entendido exclusivamente como política económica, ideología o en vista a cierta relación peculiar que se establece entre Estado y economía corporativa (todas caracterizaciones disponibles en la crítica al neoliberalismo en los discursos actuales en Argentina desde el campo popular), para pasar a (2) entender al neoliberalismo como forma de gobierno de los individuos. Es decir, entender el neoliberalismo como «régimen político».
El sujeto económico del régimen neoliberal
Cuando pensamos el neoliberalismo como forma de gobierno, es decir: cuando prestamos atención a la forma de gobierno que impone el neoliberalismo sobre los individuos, caemos en la cuenta que su principal cometido conlleva un ataque directo a los fundamentos mismos del régimen democrático y a la concepción de los derechos humanos como último reducto de justificación de la sociedad.
El neoliberalismo pone en cuestión, relativiza y sacrifica la autocomprensión de los sujetos como ciudadanos y sujetos de derechos al subsumir estas autocomprensiones a una antropología que entiende a los seres humanos primaria y fundamentalmente como sujetos económicos.
Para el neoliberalismo, la definición preeminente de la persona humana es que es sujeto económico sin residuo. Es decir: desde la perspectiva naturalista de corte neoliberal reduce todas las acciones humanas a formas de comportamiento reducibles a lo económico, absorbiendo con ello todas las esferas de la vida humana a dicha comprensión.
El fin de la democracia
En este sentido uno debería preguntarse ¿Qué queda de la democracia cuando el ciudadano y el sujeto de derecho pueden ser sacrificados en nombre de criterios económicos? ¿Qué queda de la democracia cuando los ciudadanos y los sujetos de derecho son forzados a “reconvertirse”, como mero capital humano, para sobrevivir en el nuevo régimen de relaciones sociales impuesto por el neoliberalismo.
Libertad, igualdad y solidaridad son canceladas en el régimen neoliberal. (1) El ciudadano reconvertido en un portfolio de oportunidades y en un emprendimiento de autoinversión para el futuro en el mercado de competencia, queda a merced del autoritarismo del mercado. (2) El anhelo de igualdad se menosprecia en función de la lógica de competencia imperante que, en las antípodas de promover la justicia social, festeja la desigualdad justificándola en términos meritocráticos. Y (3) la solidaridad pasa a convertirse en una mera inversión estratégica caritativa que mantiene a las masas excluidas en la periferia de los centros de poder. Sin raigambre ontológica (a los seres humanos solo circunstancialmente se les reconoce sus derechos humanos y de ciudadanía), el otro es solo un competidor en un mundo caracterizado por la escasez y medido exclusivamente en términos de éxito y fracaso en el mercado.
La educación pública
La educación pública ha sido el corazón del proyecto democrático argentino. Blanco predilecto de todas las dictaduras militares y gobiernos neoliberales. La rica historia de lucha social del país es el resultado de la articulación fecunda que permitió la escuela pública argentina.
En contraposición a la escuela privada donde se educa a las élites donde se educa en una autointerpretación de pertenencia excluyente, la escuela pública ofreció históricamente una educación humanista que sembró el imaginario de soberanía popular y enarboló en su momento los estandartes de múltiples proyectos populares fieles a los ideales de los derechos humanos, la inclusión y la igualdad.
La educación neoliberal que propone el gobierno de Cambiemos y que el ministro Estaban Bullrich intenta imponer a todo lo largo y ancho del país, pese a las odas a favor del federalismo, y en línea de continuidad con otras iniciativas ya en marcha en los Estados Unidos y Europa, consiste en acabar con el currículo humanista que caracteriza la educación para la democracia, con el fin de reconvertir a la población argentina, que ahora debe abandonar su identidad democrática para encajar en un modelo corporativo que promueve la gobernanza neoliberal cuya premisa fundacional consiste en entender la ciudadanía y los derechos como adornos circunstanciales que pueden serles arrancados a los individuos con el objetivo de modelar un cambio escenario que sea favorable para el único proyecto hegemónico que defienden: la maximización de la ganancia del capital.