Desconciertos

Estamos en el siglo XXI. Muchos hablan del fin del mundo como de un acontecimiento cercano. Puede que el mundo no desaparezca, pero las cosas están cambiando, no necesariamente para mejor. Los individuos humanos, educados en la libertad y la razón responsable, hemos llegado a comprender perfectamente que nuestra libertad y autogobierno son una utopía.

Contemplamos azorados como nuestro destino planetario se decide en gabinetes que no cuentan de ningún modo con nuestra opinión, mientras los medios de comunicación de masas nos engañan ofreciéndonos consumo a cambio de auto-determinación.
Mientras tanto, rodeados de tanta confusión, proliferan menús a la carta de todas las conciencias. Hay quienes deciden una travesía por las escarpadas laderas de la espiritualidad oriental. Otros se deciden por las oscuras tradiciones chamánicas. Otros se vuelven a los híbridos terapéuticos occidentales. La pregunta de todos es qué hacer con esta vida nuestra que se nos escapa, una vida que a veces nos resulta ajena y desconcertante.

La cultura moderna se ha vuelto eficaz a la hora de reiterar eslóganes. Nos venden un coche con un aforismo sobre la compasión universal. Un shampoo anti-caspa tiene como frase pegadiza la importancia de la introspección. Un restaurante de moda ofrece sus servicios recordándonos la simplicidad y el silencio.

La meditación, la autenticidad, la justicia y la benevolencia universal son facetas contemporáneas al alcance de todos. Se venden en los quioscos de revistas los últimos fascículos para la Iluminación o la Unión con el fuego cósmico.

La ciencia no quiere perder la ola, y se multiplican los encuentros entre supuestos místicos y técnicos adiestrados de la última teoría del universo.

Mientras tanto, continúan batallando la pobreza los ‘indignos’ de la tierra, que son para algunos un escenario desfasado y para otros una continúa oportunidad para demostrar su propia bondad.

Los cristianos insisten, los musulmanes no se rinden, los ateos continúan acusando, los budistas siguen poniéndose tiesos y sonrientes delante de las cámaras.

Y mientras tanto yo, uno entre muchos otros desconcertados, en mi refugio de montaña, me pregunto si me estaré perdiendo algo verdaderamente importante, o acaso sea que todo es otra ilusión, otra ola de la historia que pasará dejando su memoria grabada en las arrugas de los cerebros futuros.

Siempre la misma corrosiva pregunta que se reitera hasta el hartazgo: ¿Quiénes somos? ¿Qué hacer con esta vida nuestra que se acaba? La inteligencia y el amor… y esas cosas de las que todos hablan.

Si enciendes el televisor, verás que otra bomba explotó en algún sitio, que otra hambruna azota otra nación, que otro bombardero ha errado su blanco… en fin… lo de siempre… mientras tanto, nosotros seguimos mirando el fuego crepitar en la chimenea.