Mientras escuchaba las barbaridades que dicen sobre el comandante Fidel Castro las bestias de carroña, pensaba en los líderes políticos de quienes hablan con tanta petulancia y pretensión moral.
Pensaba en sus Nixon, Carter, Reagan, Clinton, Bush y Trump.
Pensaba en sus Thatcher, Major, Blair, Gordon, Cameron y May.
Pensaba en sus Mitterrand, Chirac, Sarkozy y Hollande
Pensaba en sus González, Aznar, Zapatero y Rajoy.
Pensaba en sus Pujol, Maragall, Montilla, Mas y Puigdemont.
Y entonces me preguntaba, mirando sus fotografías en Wikipedia, qué razones les asiste a toda esa gente de talante bienpensante a creer que ellos han tenido líderes más decentes y más populares y más queridos y admirados, que el Comandante para los cubanos y el pueblo latinoamericano en su conjunto.
Qué creen que tienen sus democracias gastadas e injustas de puertas adentro, y asesinas y crueles de puertas afuera, que nos sirva de ejemplo para un mundo mejor.
Y pensando en todas esas cosas, me preguntaba por qué un hombre latinoamericano, un hombre que condujo una pequeña isla del Caribe durante el último medio siglo, se ha convertido en el espejo de todos vuestros prejuicios.
Quizá porque el comandante fue (mal que les pese) y sigue siendo, y seguirá siendo un símbolo de una resistencia de hierro, ante una crueldad sin escrúpulos.