El propósito de esta nota es comentar un artículo publicado por Carlos Pagni en el diario La Nación con motivo del discurso presidencial en la Asamblea Legislativa el día de ayer. El título del texto es «Macri en su gran encrucijada». Lo rescato porque contiene algunas joyas «literarias» que merecen tenerse en cuenta, y no pocos atisbos de agudeza sobre lo que acontece en el país en estos días, las encrucijadas con las cuales se enfrenta el ejecutivo y el ánimo general de la sociedad argentina, incluidos muchos referentes del propio oficialismo.
De la alegría a la depresión emocional
Dice Pagni al comienzo de su nota:
«El discurso que Mauricio Macri pronunció ayer fue de una contundencia y una exaltación emocional desconocidas. Esa vibración guarda una proporción directa con una depresión emocional y política también desconocida. Las palabras que se escucharon en la Asamblea Legislativa se inscriben en una crisis de la que el presidente se propone emerger. Para volver del abismo, se aferró a la escalera más segura: la confrontación con el kirchnerismo.»
El gobierno está golpeado emocional y políticamente. No tiene nada bueno para mostrar, la única manera de salir de la depresión es confrontando con el kirchnerismo, imponiendo una realidad binaria entre el pasado y la fantasía de un presente que promete, pero no cumple. El problema es que la «herencia recibida» ha dejado de dar los réditos políticos que alguna vez ofreció.
Mauricio versus Macri
Dice Pagni:
«Durante la charla [que tuvo el círculo selecto del presidente para sopesar la estrategia que asumiría] hubo una referencia a la columna que el sábado anterior había publicado en este diario [La Nación] Carlos Reymundo Roberts: ‘La gran batalla: Mauricio vs. Macri’. Allí se describió un problema recurrente, que en el caso del Correo apareció sin disimulo: en Macri parece haber una disociación, una zona de clandestinidad, que irrumpe de manera compulsiva. El arreglo con Socma estuvo precedido por los Panamá Papers; la polémica por la asignación de rutas a Avianca, que originó otro expediente judicial; las gestiones judiciales de Daniel Angelici, ahora suspendidas, o las dificultosas explicaciones de Gustavo Arribas por una transferencia de dinero.»
Lo más destacado de este fragmento es la siguiente expresión utilizada por Pagni: «En Macri parece haber una disociación, una zona de clandestinidad, que irrumpe de manera compulsiva».
Quisiera destacar los tres vértices del análisis: (a) la disociación entre «Mauricio» (el que nos presenta el experto en imagen Durán Barba) y (b) «Macri» el hombre real, de carne y hueso, el que habita (c) una zona de clandestinidad.
Lo interesante es que esa zona de clandestinidad (dice Pagni) «irrumpe» compulsivamente en el escenario político. ¿Por qué? Porque la imagen duranbarbista no alcanza para ocultar la verdadera naturaleza de Macri (el empresario corrupto y corruptor del Estado) con la ficción de Mauricio (el presidente de la transparencia y la sensibilidad social).
Legitimidad moral
Dice Pagni:
«Llegó al poder porque miles de personas en la provincia de Buenos Aires votaron a María Eugenia Vidal contra alguien a quien, con razón o sin ella, identificaban como «la Morsa».»
Aquí hay una confesión de parte. ¿Por qué llegó al poder Macri? Porque se presentó como una alternativa frente a la corrupción y la sordidez del poder político K (una reedición del antiperonismo acérrimo que siempre se presentó a sí mismo como el auténtico reservorio moral de la patria). Especialmente, el macrismo logró su cometido después de la exitosa operación mediática (que el propio Pagni pone en entredicho) que identificó a Aníbal Fernández con «la morsa» (un asesino brutal y despiadado).
Sin embargo, como el mismo Pagni reconoce, la herida que produjo el caso de Correo Argentino amenaza con desangrar la imagen del presidente y, con ella, la legitimidad de su proyecto. No solo frente a quienes no lo votaron, sino de puertas adentro. La suma de acciones oscuras ha puesto patas arriba el escenario. Nadie puede negar los casos de corrupción del kirchnerismo (después de todo, ¿quién en su sano juicio puede olvidarse de los bolsos de López o eludir las aparentes complicidades de funcionarios kirchneristas como Jaime en el caso Oderbrecht en los cuales los Macri y Mauricio en particular, estuvieron directamente implicados?), pero el entramado de corrupción que «compulsivamente» irrumpe en el escenario político con cada actuación del grupo Macri, hace que la legitimidad moral que pretendió encarnar Mauricio esté por los suelos.
La avaricia
Dice Pagni:
«Del «gobierna para ricos» se deslizó a un reproche más corrosivo: «gobierna para un rico». Su papá. Sobre este fondo se recortan dos anuncios de ayer. El primero, un decreto que regula los conflictos de intereses, cuestión típica de las administraciones de empresarios. De Berlusconi a Vicente Fox; de Sebastián Piñera a Donald Trump, como desarrolló The Atlantic el viernes pasado.»
Efectivamente: ya no se trata de un gobierno para ricos. Ahora la sociedad comienza a entender que el gobierno de Cambiemos es un gobierno de los Macri, por los Macri y para los Macri. Y la comparación que hace Pagni de Mauricio con Berlusconi, Vicente Fox, Piñera o Trump no solo lo alinea con gobiernos sistémicamente corruptos, sino con gobiernos política, económica y socialmente fallidos.
Las emociones y la realidad
Finalmente, después de varios párrafos en los que Pagni ofrece sus consejos virtuosos al soberano, señalando en qué podría convertirse Mauricio si fuera capaz de darle la espalda a Macri, el periodista resume el tono del discurso:
«Macri volvió a identificarse con el cambio, como una posición emocional. Rozitchner puro, ahora bajo la inspiración de Jacques-Alain Miller. Insistió en la unidad de los argentinos. Un propósito que choca con su estrategia de poder. Desde el primer párrafo, cuando pidió «más verdad y menos relato», se contrapuso al kirchnerismo.»
La referencia al tono emocional (no olvidemos la definición perversa que deslizo el presidente durante su perorata: «Las emociones son lo más real que tenemos», la cual merece ya de por sí un comentario más extenso) y la caracterización del discurso por parte de Pagni como «Rozitchner puro» ofrece otra muestra del trabajo psico-político que la administración ejercita sobre el cuerpo simbólico de los argentinos.
Pero las emociones dividen, no unen, y cuando parecen hacerlo (unir) en realidad degluten, devoran. Las emociones establecen en el mundo una frontera infranqueable si no somos capaces de renunciar a su reinado, si nos dejamos apropiar por ellas: de un lado está el sujeto (Mauricio) y del otro lo que Mauricio desea y lo que Mauricio repele. Macri es el encargado de apropiarse y aplastar aquello que las emociones enervadas por una educación humanista democrática mediocre exigen satisfacer.
No hay manera de unir a los argentinos a partir de esta lógica emocional. La tan mentada «República» que Cambiemos dijo venir a restablecer, está siendo derruida aceleradamente por Mauricio y por Macri. Solo si sorteamos las trampas emocionales, sólo si somos capaz de superar la realidad emocional que nos impone la retórica mediática, el país podrá salir de la encrucijada de odio al que estamos abocados. Las emociones son un instrumento del poder, hoy en manos de publicistas, no un camino sobre el cual forjar la convivencia.