El sentido común en la nueva Argentina neoliberal

Los presidentes «fetiche»: de Macri a Macron

MAURICIO MACRI es el presidente argentino que el establishment estadounidense y la Unión Europea defienden a capa y espada como alternativa al populismo latinoamericano. Políticos y medios de comunicación han utilizado durante décadas el espejo latinoamericano para ocultar la estrategia de pauperización y recortes de derechos en sus propios territorios.

Pero para entender al «populismo latinoamericano» hay que comenzar diferenciándolo del llamado «populismo europeo», de corte claramente fascista y xenófobo, y el uso estigmatizador que se hace del término para condenar otros movimientos populares de corte progresistas en la región. También hay que echar luz sobre los cuantiosos negocios financieros que están realizando los capitales trasnacionales en un país (Argentina) que ha aumentado su endeudamiento externo en más de un 300% en solo un año de gobierno macrista, hipotecando sus riquezas naturales para acceder a créditos, al tiempo que experimenta una fuga de divisas que anuncia una segura debacle económico-financiera, semejante a la acontecida en el 2001.
En síntesis: la implementación de una política monetarista, que imita las políticas de flexibilización salarial, de-sindicalización y recortes sociales a favor de los negocios financieros, excita a la Europa de Merkel y Rajoy.

El regreso a un esquema neocolonial

En solo un año, el gobierno de Mauricio Macri ha implementado un programa neoliberal que le ha merecido el aplauso entusiasta del FMI. Los think tanks de la «extrema derecha neoliberal» estadounidense y europea (incómodos con la evidencia de irregularidades y corrupción notorias del presente gobierno, y las peligrosas violaciones a los derechos humanos que le valen denuncias por parte de las organizaciones y organismos internacionales de derechos humanos) mantienen, sin embargo, sus expectativas intactas: las promesas y los modales del presidente argentino y su comitiva se ajustan a los criterios de un gobierno neocolonial; al tiempo que las élites locales, entusiasmadas con la nueva era (que juzgan como un «regreso de la Argentina al mundo») asumen su lugar entre los explotadores y opresores considerados «confiables» entre la crema de lobbistas y funcionarios que las corporaciones despliegan en la plantilla del poder político europeo.

La realidad

Mientras tanto, protegido por un blindaje mediático globalizado que afecta a las audiencias locales e internacionales, los datos para la población local resultan en una realidad aterradora. Dos ejemplos bastarán para poner blanco sobre negro.
Hace seis meses, un instituto de investigación próximo ideológicamente al gobierno durante la campaña electoral (el Observatorio de la Universidad Católica Argentina) informó que las políticas implementadas durante el primer año de la presidencia de Macri habían arrojado a 1.500.000 personas a la pobreza, y habían creado cerca de 500.000 nuevos indigentes. Esos números siguen creciendo, debido al acelerado proceso inflacionario que no ha logrado revertirse, los despidos y suspensiones indiscriminadas, una política de radical reducción de los salarios reales al boicotear la implementación de paritarias (o convenios colectivos), lo cual ha hecho que el consumo se desplome, y con ello se produzca un brutal estancamiento de la economía cuyo crecimiento, de suceder, resultará negativo para las clases más desfavorecidas.
En el conurbano bonaerense, la zona más densamente poblada del país, los informes establecen que el 42% de los niños se encuentra bajo los niveles de la pobreza. Otros datos confirman la tendencia. En solo un año de gobierno, la reducción en el consumo de los alimentos básicos para los recién nacidos (leche en polvo) ha descendido un 54%; mientras el consumo de leche, carne, frutas y verduras frescas ha descendido un 25%, mientras se multiplican los comedores sociales y los programas de alimentación de las escuelas públicas se convierten en un paliativo ante el creciente empobrecimiento y el hambre de la población. La brecha entre ricos y pobres, reducida de manera notoria durante la última década (índice Gini), ha vuelto a ampliarse.
Al mismo tiempo, el negocio financiero y el reendeudamiento crece de manera desbocada, los ganadores del modelo festejan, y la pobreza y la violencia crecen exponencialmente.

¿Refundación europea?

Mientras en Europa se discute con cinismo su refundación, miopes y oportunistas, solo tenemos ojos para Venezuela. Porque nuestro proyecto europeo de paz, democracia y derechos humanos está fundado en un «afuera» (que la derrota geopolítica de la Unión mudó a los suburbios de sus capitales).
Este «afuera», creado como correlato constitutivo de ese proyecto colonial e imperialista que ha sido y continúa siendo Europa, «militarmente» gobernada de facto y de iure por un ejército de CEOs y un funcionariado disciplinado en la política inescrupulosa de austeridad y recortes de derechos que exige el nuevo poder transnacional con el cual Europa pretende recuperar su lugar en el mundo (junto con su poderoso socio transatlántico), sigue siendo para el resto de nosotros, los que formamos parte de su «afuera interior» y quienes somos «su afuera exterior», el «plomo y la ciega pluma ideológica», la moneda de cambio, en esta «nueva guerra mundial» entre espacios de poder trasnacional que impone la lógica neoliberal.