En el país de Trump, donde gobierna un tal Macri

Las malas noticias de todos los días

Vuelven a llegar noticias inquietantes desde Argentina que demuestran el cambio de rumbo de la política de inclusión y de derechos humanos que caracterizó al país en las últimas décadas.
Los retrocesos son notorios en todos los ámbitos. Así lo informó hace unos días el Observatorio de Derechos Humanos (ODH), y así se pone de manifiesto con la sucesión de escándalos internacionales que se han suscitado alrededor del caso «Milagro» Sala y los efectos para la organización social indígena Tupac Amaru.

Pero también en la enormidad de la catástrofe socio-económica que la política cotidiana tiende a ocultar o subestimar. En poco más de un año, el gobierno de Mauricio Macri ha producido un giro económico-financiero injustificado que ha llevado al país a las puertas de convertirse en otro Estado «cuasi-fallido», con millones de nuevos pobres e indigentes, y una deuda externa que ha crecido de manera exorbitante, devolviéndonos al club de los deudores crónicos y, por ello, susceptibles de ser extorsionados por los organismos internacionales que representan a la banca y las finanzas globales.

Los medios, el congreso y el ciudadano xenófobo

En ese contexto, Página12 informa acerca de nuevas embestidas contra las libertades fundamentales, y los intentos por parte del gobierno de implantar una narrativa xenófoba que le dé réditos electorales entre una ciudadanía aturdida (en estado de Shock), propenso «universalmente» a aceptar la culpabilización de los elementos más vulnerables de la sociedad en épocas de crisis.
Esta vez, los elegidos son los estudiantes extranjeros, a los que se acusa de usufructuar del sistema educativo, al tiempo que se los estigmatiza como vagos y potencialmente delincuentes.
Representantes del poder legislativo han pedido a las universidades públicas que se les informe de las identidades y currículos de todos los estudiantes extranjeros en sus claustros, en un claro gesto demagógico, aprovechando los informes periodísticos que en los últimos meses han publicitado las usinas mediáticas próximas al gobierno de «extrema derecha» que gobierna el país.
Con el fin de sacar a la luz el deterioro notable de la sociedad argentina, me permito describir un país imaginario en el que un imaginario Donald Trump, gobierna a través de un verdadero Mauricio Macri.

El país imaginario de Trump gobernado por Macri

Imaginemos que uno de los aliados parlamentarios del señor Trump en el congreso pidiera un informe a los rectores de todas las universidades del país, exigiendo los datos de los estudiantes extranjeros y acceso a sus currículos académicos.
Imaginemos que, en esos mismos días, el gobierno de Trump decidiera militarizar las calles (modificando una ley que prohíbe a las fuerzas armadas inmiscuirse en asuntos internos), volcando al ejercito al control de los barrios y creando un nuevo sistema de detención de «los
ilegales».
Imaginemos que los organismos de derechos humanos constataran que en su primer año de gobierno del imaginario señor Trump se hubieran multiplicado los asesinatos y las torturas en las comisarías, y que se hubiesen multiplicado también los asesinatos por «gatillo fácil» protagonizados por las fuerzas de seguridad, y los linchamientos (la justicia por mano propia) en algunas zonas del país.
Imaginemos que en el país de este señor Trump se comenzara la construcción de un «muro» (prometido durante su campaña electoral) para proteger al país de los «narcotraficantes y delincuentes» de los países vecinos (Argentina acaba de firmar un acuerdo absolutamente aberrante para un país soberano, un país rodeado por países históricamente aliados y hermanos, que establece una estrecha colaboración con los Estados Unidos en el control de sus fronteras).
Imaginemos que, en este mismo momento, en el país de Trump, una indígena y militante social fuera encarcelada, y toda su imponente obra social (escuelas, comedores, clubes deportivos, centros culturales, fábricas y talleres) derruida por orden del gobernador de un Estado como el de Dakota (provincia de Jujuy), pero con problemáticas semejantes de lo que concierne a los derechos civiles al Estado de Misisipí en las décadas de los 50 o los 60.
Imaginemos que la mujer indígena fuera acusada en primer lugar por protestar contra el actual gobernador por sus amenazas de destruir los logros colectivos de la última década, pero luego (ya detenida), difamada por la prensa local y nacional, se la condenara antes de que una investigación judicial independiente comenzara su tarea.
Imaginemos que se la retuviera ilegalmente durante un año, se la incomunicara, se matara a algunos de sus compañeros, se torturara a otros, y todo esto ocurriera pese a las exigencias por su liberación por parte de organizaciones internacionales de derechos humanos como las Naciones Unidas, Human Rights Watch, Amnisty Internacional, la Organización de Estados Americanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y muchas otras.
Imaginemos que los aliados del gobernador de Dakota o Misisipí (Jujuy) propusieran que el pueblo «blanco» decida, a través de una consulta popular, qué hacer judicialmente con la mujer indígena encarcelada. Y que el gobierno federal de este señor Trump imaginario no solo no se pronunciase con firmeza contra semejante aberración, sino que incluso la justificara con una frase de este estilo: «la gente siente que esta señora es corrupta. Por ese motivo, debe continuar detenida y el gobernador debe explicarlo mejor a los organismos internacionales que no conocen la realidad de los hechos».

Escándalo diplomático y violencia contra la mujer

Finalmente, para completar la imagen con un ejemplo del ámbito diplomático, e ilustrar su tendencia a la discriminación por género que ha caracterizado al presidente Macri a lo largo de los años, imaginemos que el señor Trump recibiera en su territorio la visita de una señora canciller de un país vecino (Cuba, por ejemplo), pero decidiera impedirle el paso a una reunión en la que le corresponde participar (por ejemplo, la Organización de Estados Americanos), utilizando las fuerzas policiales.
Imaginemos que a la señora canciller se le prohibiera efectivamente la entrada al recinto, y en los forcejeos en la entrada del edificio fuera golpeada por la policía local (causándole los golpes una fractura del antebrazo). Imaginemos que el imaginario Trump, lejos de disculparse, decidiera mofarse de ella en una conferencia de prensa.
(Lo ocurrido con la canciller venezolana en horas recientes en Argentina: los gobiernos de Paraguay y de Brasil – ambos frutos de un coup d’etat, aliados con un gobierno de extrema derecha surgido de las urnas [aunque el señor Macri se auto-define como pos-ideológico] decidieron suspender unilateralmente a Venezuela del Mercosur. La canciller venezolana – Delcy Rodríguez, fue golpeada por las fuerzas de seguridad cuando intentaba entrar en el Ministerio de Relaciones Internacionales, causándole efectivamente una fractura del antebrazo).

Imaginemos al señor Trump haciendo todas estas cosas.

¿Si todo esto estuviera ocurriendo en el país de Trump, que dirías de Macri?