La pregunta del día es la siguiente: ¿Por qué razón la gente votó lo que votó? En algunos círculos se ha impuesto una respuesta contundente: “Es la economía, estúpido”. Mi objeción es la siguiente. Quienes formulan semejante afirmación de manera absolutista son los mismos que instalaron en su momento un diagnóstico catastrofista de la realidad nacional, quienes auguraron descalabros económicos, financieros, sociales e institucionales de todo tipo. ¿Por qué razón deberíamos sujetarnos a una lectura tan sesgada como la que ellos proponen?
La acción gubernamental ha transitado muchos caminos. No menor es el impulso transformador de la cultura de la emancipación y un vuelco en los procesos de construcción identitarios que han devuelto a los argentinos un lugar en el mundo. Esto último lo ilustra la presidenta en sus viajes al exterior, donde se desenvuelve con seguridad, prodigando con resolución sus convicciones, respaldadas por la realidad empírica de nuestro trajinar cotidiano.
Por otro lado, pese a las hordas vengadoras que pretenden devolvernos a un pasado de ruido y de furia, la ciudadanía ha votado por la palabra y contra el eslogan. La verborragia presidencial, su vocación explicativa, casi docente, en todas sus presentaciones públicas, ha demostrado, pese al “asco” que produce en algunos su retórica, que la gente prefiere su claridad y su inteligencia probada a la reiteración de lugares comunes y denuncias altisonantes y escandalosas con los cuales ha jugado la oposición.
En realidad, en esta campaña, sólo ha habido un programa de gobierno. El del propio gobierno. Lo que ha primado ha sido la positividad de la política, en contra de la triste reiteración opositora que ha abundado en denuncias de tiranía y corrupción, sin ofrecer una sola línea que pudiera hacer entrever el rumbo que pretenden imponer a la nave quienes aspiran a capitanearla.
No ha sido, por lo tanto, únicamente el bolsillo, que cuenta y mucho, a quién puede caberle duda del asunto, sino también lo que se presiente y constata como “dotes de liderazgo”. La repolitización del mercado, por medio de una férrea re-jurisdiccionalización de la economía por parte del Estado, transmite certezas a una población que no es tonta y percibe la debilidad de los gobiernos de las otrora naciones ejemplares, que como ha demostrado Obama recientemente, pero también los líderes europeos, se encuentran zarandeados por las muecas del poder financiero que impone ajustes a las economías que obstaculizan, cuando no interrumpen brutalmente, el ámbito de comunicación social que de manera constitutiva define a las democracias en las que pretendemos vivir.
Por lo tanto, ante la acusación reiterada (eso sí, más tímida ante la contundencia de los guarismos) de que el gobierno triunfó en las urnas por la disponibilidad que le ofrece la “Kaja”, la panza llena de los privilegiados y la desesperación de los excluidos, no caben ya demasiados argumentos.
La necedad que hasta ayer era explicable ante la ilusión del “fin del kirchnerismo” que promovían las huestes de terturlianos y periodistas cautivas por la lógica corporativa; ahora, frente a la voluntad de una inmensa mayoría entusiasmada ante la esperanza sostenida por ocho años de victorias políticas y afrentas a la impotencia, sólo puede responderse con la esmerada dignidad de una motivación renovada y una vocación dialoguista con quienes quieran hacer del encuentro, no un mero enfrentamiento con la vista puesta en los réditos de la corrosión, sino una práctica constructiva de unidad nacional (como señaló en su discurso post-electoral la presidenta) que nos ayude (1) a consolidar nuestra autonomía relativa, en términos económico-financieros y geoestratégicos (lo cual implica cada vez más insersión regional en un mundo de creciente interdependencia); (2) a promover cada vez más la democracia (lo cual conlleva afianzar el reconocimiento en términos identitarios, pero también en términos de clase); y (3) renovando el compromiso moral con la igualdad, que debe ser adoptado por todos como la vigía de todos nuestros esfuerzos.
Por supuesto, hay muchos otros temas de los que no se habla, o se habla muy poco, que también nos conciernen a la vista de las cuestiones anteriores, pero de modo específico, como ocurre con la necesidad de un uso más racional de nuestros recursos, o la urgencia de regular la actividad de explotación en ciertas áreas estratégicas que se ha vuelto depredadora y amenaza la sostenibilidad de nuestro proyecto global a largo plazo.
Esperamos que haya espacio y voluntad para pensar y actuar conjuntamente en relación con todas estas cuestiones, a medida que se normaliza y acepta que existe una amplia voluntad popular de continuar por la senda transitada durante estos años.