Hacia un frente opositor latinoamericano

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La principal referente social, Margarita Barrientos, ícono de campaña en las últimas elecciones, y exponente privilegiada de PRO-Cambiemos, advierte:
«Ojalá la gente no extrañe a Cristina Kirchner.» (el artículo de La Nación aquí)
Traducimos: pese al empeño mediático-institucional por desacreditar las políticas de inclusión del gobierno anterior, la gente extraña a Cristina Fernández de Kirchner.

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Vale la pena leer la nota del diario La Nación, contrastándola con la iluminadora entrevista a Lula que Roberto Navarro le hizo esta semana, la cual fue transmitida ayer por C5N (la entrevista a Lula aquí)
Rescato dos elementos de esa entrevista:
1. Las semejantes «no casuales» entre lo que ocurre en Argentina y lo que ocurre en Brasil en términos de los mecanismos destituyentes que estuvieron activos durante todo el mandato de los Kirchner y de Lula y Dilma, pero que también marcaron a los gobiernos de Paraguay, Venezuela, Honduras, Bolivia y Ecuador. Entramado mediático-jurídico-corporativo antidemocrático (aun cuando el poder haya sido logrado a través de elecciones libres, como ocurre en la Argentina – cuando se pone en entredicho uno de los pilares de nuestras democracias: la división de poderes, el libre acceso a la información y el derecho a una información de calidad).
2. La relación «personal» de los líderes políticos populares con su pueblo que, en este caso, Barrientos expresa con grave intuición: «Ojalá que la gente no extrañe a Cristina Kirchner». Lula decía que el problema que tienen los medios de comunicación es que su relación (la de Lula) con el pueblo brasileño es una relación personal de 40 años trabajando por el pueblo. Y aunque el caso de los Kirchner es diferente, el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, con todos sus errores, estuvo marcado por una sucesión ininterrumpida de alegrías populares que no pueden borrarse de un plumazo de la memoria colectiva.
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Finalmente, con todo esto no estoy intentando hacer apología del kirchnerismo. Es evidente que el kirchnerismo está obligado a mutar, a encontrarse con otras fuerzas políticas, a radicalizar su apuesta de transformación, y liberarse de los lastres que lo llevaron finalmente a la derrota electoral de 2015. Pero, también es cierto, como explica Lula, que un momento de crisis de esta naturaleza tiene un aspecto tremendamente positivo. Lula lo dice de este modo:
«Podemos ser desaforados, podemos hacer cosas que no nos hubiéramos atrevido a hacer en otras circunstancias.»
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Ahora bien, todo esto depende de una gran alianza política, que no sólo incluya a las fuerzas opositoras al gobierno de Mauricio Macri en Argentina, o a Michel Temer en Brasil, sino que permita la confluencia y articulación de una verdadera oposición regional (continental) a las derechas emergentes que amenazan con desfigurar y deshacer los logros de estas últimas décadas.
Como venimos diciéndolo desde hace tiempo, necesitamos proyectarnos más allá de Buenos Aires, más allá del conurbano bonaerense, más allá de la provincia de Buenos Aires, más allá de las pugnas provinciales en el territorio federal. Necesitamos pensar regionalmente, proyectando nuestro futuro inmediato en el mundo, y a partir de allí construir las nuevas discursividades que nos permitirán redoblar la apuesta de la transformación.
El 9 de noviembre, los expresidentes latinoamericanos comprometidos con la transformación socio-económica y política del país se reunirán con el fin de empezar a dar forma a esa Alianza opositora continental.
Nuestra tarea, como militantes, a través de todos los escenarios a los que tengamos acceso, es concienciar de lo más obvio, eso que, con palabras tan pertinentes expresa, sin saberlo, Margarita Barrientos:
«Ojalá la gente no extrañe a Cristina Kirchner».
Es decir, «ojalá que la gente no comprenda, no recuerde, que otra Argentina, que otra Latinoamérica, que otro mundo, es posible».