Los amigos de mis amigos…

El presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez, para muchos la bestia negra de América Latina y para otros un héroe de gatillo fácil, ha recibido hoy de manos de George W. Bush, una condecoración a la libertad del que muchos consideran el peor mandatario que ha residido en la Casablanca durante toda su historia, y para la mayoría de los habitantes del planeta, la amenaza más grande a la paz en el mundo.

Como ha dicho la portavoz de la Casablanca:
«Se trata de firmes aliados que han hecho esfuerzos para llevar la esperanza y la libertad a la gente de todo el mundo’.

Condecoraciones de este tipo dicen más que mil palabras.

Hace pocos meses, apenas estallar la crisis financiera, el presidente Bush amenazó congelar el plan de rescate solicitado por el presidente electo Barack Obama a las empresas automotrices norteamericanas a menos que la bancada Demócrata en el Congreso diera su anuencia al proyecto de Tratado de Libre Comercio con Colombia, sobre el cual pesan aun graves acusaciones debido a la violación sistemática de los derechos humanos en su lucha contra terroristas, narcotraficantes, sindicalistas, maricones y otras vainas.

Mientras tanto, ‘del otro lado del río’, el primer ministro Israelí Ehud Olmert, frente a una cámara de televisión, interrogado por un periodista, contaba el modo en el cual se decidió la abstención de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad hace poco más de una semana. Según él mismo contó, quince minutos antes que se realizara la votación, telefoneó al aun Presidente de los Estados Unidos George W. Bush, que en ese momento estaba ofreciendo un discurso en Ohio. El Presidente fue informado del llamado y se retiró a unas habitaciones contiguas para hablar con Olmert.
-¿Cómo va el asunto, Ehud?- debe haber preguntado Bush con tono campechano.
Olmert suspiró:
-Me he enterado que tu chica (refiriéndose a Condi Rice) quiere dar el visto bueno a la resolución de la ONU.
George no sabía muy bien si era bueno o era malo. No tuvo más remedio que preguntar:-¿Eso es bueno?
-No, George, es malo, muy malo. No pueden ordenar un cese al fuego con vuestra anuencia a esta altura. Necesitamos tiempo para acabar con esos cretinos.
-Lo mejor es que acaben antes que me vaya- dijo George compungido.
-Por supuesto, eso ya lo hemos hablado. Pero ahora es imposible. La fiesta recién empieza.
-Bueno, Ehud, no te preocupes. Ahora mismo la llamo a Condi y todo arreglado. Te juro que no tenía ni idea los términos de la resolución. Con esto de la mudanza estamos hechos un lío…
-Bueno, bueno, pero no te atrases. En quince minutos comienza la votación. Tienen que saber quien esta detrás nuestro con todas las letras para que no se hagan ilusiones.

Aunque parezca mentira, lo que acabo de relatar no es producto de mi imaginación. Pueden consultar el diario El País de hoy para más detalles sobre el particular.

Arrogantes sinvergüenzas, el gobierno Israelí se mofa de los Palestinos, de los árabes y del mundo entero. El negocio marcha a todo vapor. Un cargamento de armamento norteamericano se aproxima a los puertos del Estado Sionista desde Grecia, no porque lo necesiten, sino para que sepan quien manda. Los europeos, mientras tanto, hacen mutis por el foro. Y el resto de gobiernos árabes hacen el gesto mientras se deleitan con la sangre de sus hermanos.

No importa que las Naciones Unidas, la Cruz Roja internacional, Human Rights Watch y otra docena de organismos internacionales estén pidiendo una investigación por los crímenes de guerra cometidos por Israel durante estas dos semanas y la condición inhumana en la que tienen encerrados a los Palestinos de la Franja desde que Hamás ganase las últimas elecciones democráticas monitoreadas por la comunidad internacional.

Eso es lo que tiene de bueno tener amigos como George. Uno puede sentirse siempre seguro y confiado.
Sólo ha faltado a la entrega de medallas el bueno de Aznar para que conmemoráramos con nostalgia la cumbre de las Azores, Abu Ghraib, Guantánamo y zapatearamos con gusto sobre los muertos.

Cuando otro monstruo aparezca en casa, que no se nos olvide nuestra propia inclemencia