Nosotros, Europa

Nosotros, la Europa-condón,
La Europa de la abominación,
La Europa fea, retorcida, cretina…

La Europa escandalosa que no se avergüenza de sí misma.
La Europa soberbia y pretenciosa…

La Europa de Heidegger y otros cuantos como él: magníficos filósofos de la oscuridad que se venden en el FNAC.
La Europa que aún se dice (y se cree) «alfa y omega» de la cultura universal,
Como si no hubieran existido Auschwitz, Birkenau o Treblinka, ni sus otras vergüenzas de la humanidad…

Pero por sobre todas las cosas:
La Europa hipócrita…
Altisonante ¡eso sí!
pero hipócrita…

Racista hasta los tuétanos
Y explotadora habitual.
Que se hace llamar:
«Defensora de los derechos humanos…»
Y se indigna gratuitamente por una dignidad que no sabe y no quiere respetar…

Ella (él), que se hizo rica justificando el saqueo con la florida retórica de la escolástica española,
que inventó la tortura inquisitorial, modernizada en Guantánamo y en Abu Ghraib,
que inventó los campos de exterminio, que luego exportó (innovadora) para deleite de su clase empresarial,
que inventó el negocio lucrativo de la esclavitud, que luego convirtió en flexibilización laboral,
que inventó la aniquilación nuclear, y la destrucción medioambiental,
y la más sofisticada y sistemática explotación infantil y sexual que se hayan conocido jamás sobre la faz de la tierra…

Ella (él), la corrupta, de pies a cabeza…
Democráticamente corrupta…
Corruptos sus políticos por exceso.
Corruptos sus ciudadanos por defecto.

Enfundada en el moralismo de los mediocres,
maniqueos, fanáticos (liberales o de otro tipo)
amantes del único y absoluto y omnipresente y omnipotente Dios-dinero…

La Europa corruptora de nuestras «almas bellas»
(latinoamericanas, africanas, asiáticas)
convertidas, en vuestros claustros y salas de lectura
en capataces coloniales al servicio de la peor barbarie que llaman «civilización».

Eso, Europa, «la civilizada».
Pero, por sobre todas las cosas:
Europa, la miedosa, acobardada,
la que aterrada se rindió al Imperio de la crueldad…
La «vieja Europa» que mentaba George W. Bush y que Mr. Obama se apuró a lustrar como un zapato…

Esa «vieja Europa» orgullosa que en aquellos días exaltados de protestas contra la Guerra de Irak nos hizo soñar que éramos otros que nosotros mismos,
pero en los que acabamos descubriendo que éramos los de siempre:
La Europa colaboracionista (al mejor estilo francés).

La Europa de los académicos,
de los intelectuales,
de los científicos,
de los cineastas,
de los periodistas,
de los artistas,
de los poetas de entrecasa
y terremotos en el living-room.

Ay, Europa del ajuste,
de la austeridad,
del hambre,
de la miseria,
de la tristeza,
de la angustia como política cultural.

Ay, Europa de las dos velocidades
que supo reinventar su estandarte
para convertirlo en símbolo de la desigualdad
de la tiranía y el egoísmo institucional.

La Europa restauradora.
Al final, siempre triunfadora,
pese a los titubeos y las vacilaciones y las bellas maneras de esa otra «Europa»,
pequeña, minúscula, soñadora, bondadosa,
que duerme con la cabeza apoyada
en los laureles cosechados en sus mejores días de glorias estéticas…

Ay, Europa de los PIGS y los barking dogs…
Europa de la derecha militante «a diestra y siniestra»,
Europa fascista, pero también socialista, comunista y ecologista
¡Me da igual! Es solo Europa:
la vieja, cansada y explotadora Europa,
sofisticadamente distraída,
y vulgarmente inocente…
La Europa de siempre…

¡Aquí estamos!