Pastoral

Hola C.,

Espero que estés bien. Me pareció genial la iniciativa de K. El asado estuvo estupendo, y también la «algarabía» que acompañó el festejo. Pude reencontrarme con personas que no veía desde hacía mil años, y rememorar anécdotas que explican lo que nos ha movilizado para asistir al festejo. También conocí gente estupenda, buenos amigos de K que ayudaron a organizar la celebración de la efemérides de nuestro querido amigo marplatense. Todo esto se agradece y se aplaude.

Sin embargo, después vinieron las «conversaciones», que me dejaron un sabor amargo, y un malestar en el cuerpo. Por supuesto, no hay que descontar el clima, que no ayudó. Todos andábamos apretados y torcidos. Sin embargo, la oscuridad de los tiempos que corren me ha vuelto impaciente con ciertos asuntos.

Después del «tentempié» en el club de natación, donde celebramos el encuentro, nos fuimos a un bar en lo viejo. En la puerta, estuve hablando con unos y otros sobre la «guerra que se avecina» y la «cíclica imbecilidad humana». Hubo quienes se esforzaron en «resucitar», de manera nostálgica, un pasado sin futuro. Volvimos a hablar una vez más sobre las históricas ofensas padecidas que justificaban el resucitamiento de la «estrategia del quilombo».

 

En realidad, me fui a dormir temprano y me levanté al alba (también lluviosa y gris). M. me llevó a la estación de Renfe, donde tuvimos tiempo de sopesar las impresiones del día anterior, festejar los reencuentros y ocurrencias, y reafirmar lealtades ahora encanecidas. Volví en el tren pensando en escribir un artículo sobre lo acontecido, pero acabé desistiendo. Eso sí, tomé notas en mi cuaderno de apuntes. Transcribo algunas de ellas:

1) Comenzar la entrada con la escena de la novela de Philip Roth Pastoral Americana (primer capítulo, titulado «Paradise remembered»).La ocasión: el Xº aniversario de graduación de una escuela de Newark donde comienza a revelarse la verdad sobre «Swede Levov», el héroe americano al que le pasó la historia por encima. Alternativa «progre» al libro de Roth: la película de Denys Arcand, «La decadencia del imperio americano».

2) Una cita que resume la novela de Roth: «La gente cree que la historia es algo de larga duración, pero ocurre de repente y te pasa por encima» (estoy parafraseando).

3) Otra cita, esta vez textual, de Octavio Paz en El laberinto de la soledad. «Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía».

4) Algunos conceptos para tener en cuenta: «tiranía de la mayoría», «policía moral». Depende en qué lado de la frontera, el color de tu bandera (…) Nadie se libra. Alguien me dice en lo más oscuro de la noche: «Si piensas así, no eres pueblo». Le pregunto: «¿Tú eres pueblo?» Me contesta: «Si, yo soy pueblo, y tú no. Lo demuestra el hecho que pienses de ese modo». El silogismo es perfecto. No pregunten por las conclusiones. Imagino que el diálogo fue el mero efecto de los cubatas consumidas. Don’t worry, Be happy.  

5) De todas maneras, me acordé de la anécdota que el periodista argentino Horacio Verbitsky (el autor de El vuelo) cuenta en Vida de perro. Verbitsky, el nieto de un ucraniano al que colgaron de un árbol en su patria natal, escucha a un «argentino de raza», por aquel entonces, poner en entredicho su nueva identidad. Verbitsky (el joven) le contesta que, si sigue jodiendo, le pondrá un balín en medio de las cejas. La violencia no es lo mío, el acento lo pongo en el concepto. En un mundo de exiliados, refugiados y migrantes, donde unos van y otros vuelven, la idea de «la patria» debe dar paso a «la matria», cuyo amor, metafóricamente, no conoce fronteras. Debemos reescribir la matria mirando hacia el futuro que somos. Alguien dirá: «Pero, nosotros tenemos una historia, una lengua, unas heridas que sanar». El otro le contestará: «Yo también». O, mejor aún: «¿Y a mí qué me cuentas?»

6) Otra cita interesante vertida durante la noche: «No importa que la cosa avance. Lo importante es que les jodamos la vida». Les pregunto: «¿A quién?» «A todos. Lo que queremos es que sufran como nosotros sufrimos». Le digo que me parece una excelente descripción de una psicopatología muy difundida entre asesinos seriales y youtubers que acaban masacrando a compañeros de escuela. Tengo la impresión que no entendió mi comentario, porque agrega: «Se trata de generar una estrategia de empatía, para que sepan lo que sentimos». No digo nada, pero pienso (creo que acertadamente) que el ejercicio de empatía no se impone, se practica en carne propia. Me gustaría recomendarle dos novelas capitales sobre el tema además de Pastoral Americana de Roth: El agente secreto de Conrad y Los demonios de Dotoievski. También, Los hermanos Karamazov. ¿Quién podría olvidar cómo recordaba Aliosha el sermón del Padre Zosima?:

Pues tenéis que saber estimados míos, que cada uno de nosotros es culpable por todos y por todo en la tierra, sin duda alguna, no solo de la culpa general de la humanidad, sino por todos y por cada uno de los hombres en particular, en esta tierra. Esta consciencia es La Corona de toda la vida monacal y de todo hombre en este mundo.

7) Nota al pie: escribí recientemente un libro contra el fatalismo y el moralismo (contra mi propio fatalismo y mi propio moralismo), Miseria planificada. Derechos humanos y neoliberalismo. Mi conclusión: nadie puede hacer justicia ajusticiando, porque la justicia es un revulsivo contra estos dos males que corroen nuestras vidas individuales y colectivas: el fatalismo y el moralismo.

8) Lo opuesto del resentimiento. Alguien me dice: «Estoy desilusionado», y se pasa dos horas tratando de convencerme que soy un «cristiano» (utiliza el término como un adjetivo despectivo), porque le digo que «la desilusión es un privilegio que no todos pueden darse». Argumento: «Tengo hijos, ergo, creo». O, para decirlo de otro modo: ¿cómo no creer en el futuro si has aceptado que el mundo seguirá sin vos?

9) Los mitos vigentes de nuestro tiempo: «El fin de la historia» y «El choque de civilizaciones». Lo alucinante es el modo en el cual los hemos integrado en nuestra vida personal. De qué manera se han convertido en el sentido tácito sobre el cual existimos. Creemos que nuestro fin personal es el fin en sí mismo, y que la única manera de ser-con-los-otros es afirmando nuestro ser-contra-los-otros.

10) ¿Podemos hacer algo mejor que tirar piedras o hacernos nihilistas en pijamas? Con esto no quiero decir que las piedras no sirvan para nada, nunca y en ningún sitio, o que no podamos emborracharnos (de vez en cuando, al menos), mientras deambulamos en nuestro living-room para llorar las penas de nuestra finitud. Pero no podemos hacer «profesión de tirapiedras», ni vanagloriarnos de nuestro «nihilismo de salón». Ya lo decía Cortazar en 1962. Creo que el «joven» Marx hubiera estado de acuerdo conmigo, pero no estoy ciento por ciento seguro.

11) Al final quiero decir algo sobre el «respeto moral» (en clave kantiana) y sobre el «reconocimiento mutuo» (en clave hegeliana), pero sospecho que a «nadie», en esta época, le importa un carajo esas cosas. La intensidad mata sutileza. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo y volver a pensar el reconocimiento en todas sus múltiples, diversas y contradictorias acepciones. «¿Quién eres tú?» O, mejor: «¿Quién sos vos?»

12) Hoy el ejercito boliviano recibió impunidad parlamentaria y judicial para matar. Trump legalizó los asentamientos israelíes en Palestina. Son noticias habituales, cotidianas, que van llenando el mundo de confusión y de rabia. Hay una veintena de explosiones populares a lo largo y ancho del planeta cuyos horizontes futuros resultan indescifrables. En Chile prometen una nueva constitución. En Bolivia un nuevo genocidio de indigenas. Creer que el cambio es bueno por sí mismo es una estupidez. La novedad es ineludible, pero conduce, con igual facilidad, tanto al paraíso, como al infierno. Todo depende de los ingredientes que contenga la pócima que los promueve. Hay que pensar y ser implacables, tanto con la soberbia de los injustos, como con la soberbia de los justos. La historia nos obliga a ser precavidos.

13) Sobre lo que me cae cerca. Todo es bastante complicado, absurdo, incluso delirante. Estoy donde debería estar, entre necios que se rasgan las vestiduras. Esta claro que no hace falta leer muchos libros de historia para darse cuenta que en todas las tragedias lo que sobran son «boludos».

Bueno, todo esto explica un poco el día, la noche y lo que pasó después. Quería que lo supieras.

 
Abrazo,
 
Manu