Los títulos del diario La Nación de hoy son escalofriantes.
Primero que nada, lo más importante. La catástrofe en Haiti, el más pobre de los países del contintente americano, que ha sufrido un terremoto en el cual se calculan más de cien mil muertos. Habría mucho que decir al respecto, mucho acerca de lo que se puede o no puede preveer y salvaguardar en un país pauperizado, saqueado, arruinado repetidamente y atomizado desde el punto de vista social. No es la primera catastrofe que azota al país, que además ha sufrido guerras e intervenciones, golpes de estado y violencia sin límites, pese a haber sido el país más custodiado y protegido de los Estados Unidos de América, entre otras cosas, por el valor estratégico que le concede (como una maldición) su proximidad con el archienemigo de la ciudad gótica, la Cuba castrista.
Pero no quiero detenerme en los títulos sobre asuntos internacionales. Permítanme que lea CON USTEDES los títulos que ya leyeron durante el desayuno. Me remitiré exclusivamente a los titulares, que trataré como un texto complejo, más allá de su valor indéxico,para sopesar el impacto de la confección publicitaria. Veamos de que manera tan sutil, tan inteligente, tan bienintencionada van ofrecen hoy a sus adherentes ideológicos el marco del pensamiento debido (¿Alguna relación con la obediencia debida?)
La primera nota hace referencia al embargo de los fondos buitres, al que le sigue (no tiene desperdicio el cretinismo) una encuesta (si, si, una encuesta) de esas que revelan intencionalidad macabra:
«¿Cómo califica el embargo de fondos del BCRA en EEUU? ¿Acertado, entendible, cuestionable, desacertado?»
Uno se pregunta: ¡¿nos están tomando el pelo?!
Inmediatamente después aparece la nota editorial del periódico. Título (no se lo pierdan): «Se impone un debate sereno», y se abre con la siguiente afirmación. “Es menester que oficialismo y oposición reanuden un diálogo constructivo y que la presidenta recapacite profundamente.”
En fin (suspiro y cansancio por mi parte), si alguien quería otra prueba irrefutable de imparcialidad, medite profundamente acerca del significado del adjetivo “profundamente” en esta nota editorial.
El siguiente título es ideológico. En el descubrimos lo que subyace al ruido mediático de manera más clara de lo habitual: “El desborde del gasto lleva a más presión inflacionaria”.
Lo cual se resume en una sola y paradigmática frase que todos conocemos al dedillo: ¡AJUSTE!
Si miramos el asunto en el contexto del giro social que ha impuesto a la agenda el gobierno de Fernández eso significa, como no podía ser de otro modo, reducir la presión impositiva (en un futuro no lejano) y desinvertir: Quot era demonstrantum.
A continuación, el queridísmo Rosendo Fraga, que siempre ofrece fundamentos suficientes y necesarios para apuntalar el proyecto opositor (¿proyecto opositor? ¿Alguien podría decirme de qué se trata?) da al debate un eslogan contundente: “Contra la sensatez, Kirchner redobla la apuesta”.
Y el muchacho Liendo, ese que sostuvo, en épocas de otras modas, que Domingo Cavallo era el Maradona de la economía mundial, nos ofrece sus recetas para salir de la “crisis”. Si, si, para salir de la crisis. Como si los números de la economía Argentina no fueran elocuentes, como si las tan manidas y denunciadas manipulaciones del INDEC se hubieran vuelto un lugar común de todos los participantes en el debate político, que no se acobardan a la hora de ofrecer diagnósticos y remedios “falsos” para nuestros ¿falsos problemas?
En fin, después del triste debate en torno a la “inseguridad jurídica” que se llevó a cabo hace apenas un par de semanas, en las que tuvimos la feliz participación (como en otras épocas de mayores libertades) de escuchar embelesados las opiniones personales de un “enviado” de Washington, que, sea dicho, con exaltado aprecio algunos medios se apuraron a reproducir para condenar al gobierno a través de la autoridad norteamericana en asuntos subcontinentales, la oposición en su conjunto nos ha enseñado que el método más efectivo para mejorar nuestra “seguridad jurídica” consiste en asegurarnos nuestra “inseguridad institucional”.
Hambrientos de justicia, ha pasado la hora de la mano dura con los delicuentes comunes, a favor de la mano blanda en relación con los superdelincuentes de la dictadura justificándolos con la llamada teoría de los dos demonios. Sin embargo, ¿No es un demonio la pobreza y la exlusión social?. Ahora nos volvemos sedientos a por más emociones para pasar el aburrido sábado de superacción que con nostalgia nos recuerda el modo que tenían los héroes del pasado de asegurarse que los países bananeros siguieran siendo bananeros, que los negros siguieran siendo los negros de siempre, que los pobres, ¡Dios lo quiera!, siguieran siendo los pobres de siempre, para que nuestra blanca esperanza justiciera pudiera seguir produciendo sus mejores misericordias y las mucamas (hay que decirlo) no nos salieran tan caras.*
*La fuente en donde he constatado la preocupación de la población argentina por el encarecimiento de las mucamas (léase: servicio doméstico; originalmente se decía de aquella que ofrecía su servicio «cama adentro») son todas las mujeres argentinas (familiares y amigas) con las que he tenido contacto en estos días quienes han manifestado de un modo u otro la arbitrariedad de imponer un tarifazo de este estilo a un bien de consumo al que «los argentinos están acostumbrados». Algunas mujeres me han informado que es una pena también por las mucamas, porque pierden la oportunidad de trabajar en una casa «decente».