Una oración frente a Davos

DAVOS

Las vedettes se han vuelto a dar cita en Davos.
Todos están de acuerdo: Davos ya no es lo que era. El glamour se ha marchitado. La euforia de los números se ha vuelto melancolía.
Los expertos se han vuelto hombres de la calle.
Las piruetas aritméticas no convencen a nadie.
Lo que ayer sonaba a erudición, es hoy sinónimo de palabrería.
Los únicos a los que el respeto aun les ‘sienta bien’ son aquellos que se atrevieron a rebelarse contra el edificio de mentiras de la economía mundial. Pero son un puñado.

LA CRISIS

No era necesario ser un genio para saber que el asunto no podía durar, pero los expertos ni chistaron.
Quienes hablaron claro y publicaron sus pareceres en la prensa ‘alternativa’, fueron tildados de locos fanatizados por los mandarines de la alta economía.
Hace gracia que esos locos radicales a los que nadie escuchaba hayan resuelto las ecuaciones que los supuestos genios fueron incapaces de anticipar.
Los sabios maestros que nos advirtieron del peligro no forman parte del coro mediático que articula la voluntad de los depredadores y sus mercenarios (como los llamaba Jean Ziegler).

LOS RADICALES ‘ANTI-SISTEMA’

Es curioso que la gente se olvide de los ‘radicales’, de los ‘anti-sistema’, de los muchos que protestaron en las marchas anti-globalización. Es curioso que esas voces que con claridad meridiana advirtieron el peligro que se avecinaba no sean recordadas con respeto y agradecimiento en los medios corporativos. No hay mención de esta gente, de estos movimientos. No hay rectificación ni reconocimiento a aquellos que adelantaron las múltiples crisis que se nos echan encima con un realismo candoroso, que los voraces ideólogos del libre mercado se negaron a reconocer, sea por pura malevolencia o religioso fanatismo.

LA HISTORIA

Para cerciorarme que la memoria no distorsiona mi intuición, he vuelto a revisar mis archivos. De internet bajé viejos artículos. Releí los documentos que tenía en mi biblioteca y comprendí que los ‘radicales’ que la prensa mayoritaria vapulea en sus artículos de opinión, debería recibir de nosotros (al menos) un oído, habiendo previsto en grado tan extremo y con anticipación tan abultada la desgracia que se nos avecinaba. Un caso argentino digno de mención es Pino Solanas, que en 1991 fue merecedor de un tiro por haber denunciado lo que se nos estaba haciendo (metiendo mano y violando: no sólo por los corruptos de adentro, sino también por los corruptos de afuera)

PERIODISTAS CORPORATIVOS

Sin embargo, los mismos imbéciles que ayer ensalzaban el crecimiento y atesoraban palabras para alabar un sistema corrupto y perverso, siguen teniendo la palabra. “Nadie es responsable”, parecen decirnos, “así es la vida”.
Es cierto, las variables no ocupan ya lugar en sus discursos. Ahora, cuando todo esta perdido, dejan a un lado su arrogante jerga económica que no sirvió más que para despojar a los pueblos de su riqueza y nos dicen: ni los más afilados expertos pueden prever las consecuencias de la crisis. Tampoco podían entonces, dar con la clave de lo que se avecinaba.

SENTIDO COMÚN

Pero entonces, me pregunto yo, no haría bien una persona decente, bienintencionada y razonable, en volverse a aquellos que dieron aviso del peligro que se nos venía encima, que nos conminaban a cambiar de rumbo, a buscar alternativas a la tragedia.
Para la mayoría (aunque parezca mentira) es impensable pensar de ese modo, ni siquiera se les ocurre. Los tertulianos inútiles, los conductores televisivos de siempre, los mismos comentaristas que no pegaron una siguen siendo los referentes informativos, los gurús a los que rendimos nuestro raciocinio.

IMBECILIDAD

¿Qué nos pasa? ¿Somos sencillamente imbéciles? ¿Es posible que lo seamos en tan extenso grado o se trata de una broma que nos jugamos porque preferimos hacernos los distraídos?
¿No es de sentido común darle la espalda al cirujano que nos desfiguró la cara y buscar un médico decente que nos ayude a superar la macabra intervención del carnicero?
Pues no. El sentido común de muchos de nosotros es dejar que nos sigan violando con mentiras, que nos sigan mintiendo diariamente. No cambiamos de diario, ni apagamos la televisión, ni hacemos oídos sordos a las distorsiones de la radio. Seguimos por el mismo camino, votando las mismas alternativas, dejando que ellos, los monstruos amables de siempre marquen la agenda de nuestro pensamiento.

LA REALIDAD

Para evitarme el cinismo, que como decía Sábato, es lo único que no podemos permitirnos, volví a las viejas estadísticas que apenas nos conmueven:

La FAO decía en el año 2000 que 100.000 personas morían diariamente de hambre o a causa de sus secuelas;
que 826 millones (de los 6.000 millones que somos) padecen desnutrición crónica;
que cada 7 segundos un niño menor de siete años muere por falta de alimento.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) 2.000 millones de seres humanos (de los 6.000 millones que somos) viven en lo que denominan ‘miseria absoluta’:
no tienen ingresos fijos,
ni trabajo regular,
ni donde vivir,
no reciben atención médica,
ni disponen de alimentos suficientes,
ni tienen acceso al agua potable ni están escolarizados.

Pero como decía Ziegler: “La destrucción de millones de seres humanos por el hambre se efectúa con una especie de gélida normalidad, a diario y en un planeta que rebosa riquezas”.

DAVOS II

Mientras tanto, los responsables últimos de tanto sufrimiento se reúnen en Davos.
Lo que queda al final de las reuniones es una oscura imagen que debería estremecernos a todos, pero en cambio sólo produce indiferencia gracias a la feliz actividad de los medios afines que -como señalaba el documentalista australiano John Pilger- tienen la obligación de ‘normalizar lo impensable’.
Para los señores de Davos, los depredadores y mercenarios, los banqueros, los políticos asociados, los CEO’s y otros privilegiados de la fiesta global, es imprescindible alertar acerca de la seguridad planetaria. No hay propuestas decentes para proteger a los más desvalidos, sino una injuriosa referencia a su peligrosidad.
La crisis no se resolverá en breve, nos dicen. No hay nada que hacer, así es la vida.
Los despidos, el hambre, la marginación, la desnutrición, la desprotección, la indignidad, el oscuro futuro, la desesperación de la gente impaciente que no comprende la naturaleza escatológica de esta crisis los traducen ellos como una amenaza para los ricos de la tierra que es necesario atajar.
Las pobres pueden impacientarse, y se impacientan, y crean toda clase de peligrosas inconveniencias que es necesario frenar.

GENOCIDIO

Ya se pueden imaginar ustedes lo que eso significa, porque saben leer y escribir y conocen perfectamente nuestra historia planetaria y no son tan ingenuos como para creer que ‘la esperanza Obama’ nos sacará del atolladero con la ley en la mano.
No van a repartir confites en esta fiesta del nuevo mundo a la que estamos todos invitados: no estrenarán nuevas políticas sociales, no impondrán controles al capital, no exigirán justicia laboral, no cerrarán los paraísos fiscales, no llevarán ante la ley a los responsables del sufrimiento planetario que se avecina. Nada de eso: en un mundo donde el fracaso es una enfermedad, y la mejor medicina es la amputación, lo que haremos es cortar los miembros gangrenados, extirpar, asesinar por otros medios a los sobrantes.

SEGURIDAD

No se asusten. Ya lo estamos haciendo. Nuestros gendarmes policiales mantienen a raya a los miserables para que no abandonen la periferia, las cercas que rodean los territorios de los privilegiados son cada vez más altas. Nuestra tecnología es cada vez más eficaz para identificar a los indeseables y mantenerlos lejos. Diez años de guerra contra el terror nos ha hecho expertos en la seguridad. Las ciudades se han puesto al día para enfrentar la crisis humanitaria que se avecina.

EL FINAL DE LO HUMANO

Por lo tanto, podemos concluir sin temor a equivocarnos, que a menos que hagamos algo, estamos atravesando el final de una era que duró dos suspiros: la ilusión de un mundo gobernado por la justicia y los derechos humanos, por la benevolencia práctica y la dignidad de los habitantes de la tierra. Estamos asistiendo al comienzo del mayor genocidio de la historia de la humanidad. Un genocidio que llevaremos a cabo ‘por otros medios’.

A MODO DE CONCLUSIÓN:

Para quienes crean que mis augurios son pesimistas y alocados, les ruego que vuelvan la mirada hacia el pasado, que rememoren o vuelvan a visionar en Youtube el bello discurso que George Bush (padre) ofreció hace dos décadas sobre el nacimiento de un Nuevo Orden Mundial. Hagan el esfuerzo, vuelvan a escuchar a sus periodistas favoritos, a sus respetados gerentes y a todos los tertulianos que defendieron el mundo que ahora se nos muestra monstruosamente oportunista y cruel, y piensen:

Si ayer, cuando las arcas estaban llenas, fueron incapaces de compartir su riqueza con los esclavos del planeta; si ayer, cuando la frivolidad y el despilfarro eran moneda corriente, fueron incapaces de estremecerse ante el sufrimiento agónico de sus hermanos; qué harán hoy estas gentes, estas bestias amables, estos buitres simpáticos que manejan las cuentas de las grandes empresas, las maquinarias bancarias, los medios mentirosos que les sirven, las instituciones que despojan hasta del alma a las comunidades humanas.

Nos queda la condena moral, nos queda la dignidad del débil, nos queda la verdad de la tierra que no olvida, nos queda la maldición, nos queda la rebeldía, nos queda la rabia, nos queda la promesa de defender un futuro para que nuestros hijos vivan en un mundo que ahora se muere, nos queda la valentía de morir por ellos peleando esta batalla por la dignidad de todos nosotros.

ORACIÓN

Digamoslo de este modo:

Ruego a Dios y a los ángeles que están en el cielo y a los santos que protegen nuestra memoria
Ruego a los Budas, Bodisattvas, Dakas y Dakinis que habitan el cosmos
Ruego a las divinidades y protectores de los pueblos del mundo
Y ruego a aquellos cuya lucidez iluminó esta tierra a lo largo de su historia
Que nos den fuerza para escapar a la pantomima, a la ilusión, al engaño
Para que veamos con claridad el peligro que corremos
Y nos rebelemos ante esta máquina asesina que se ha hecho dueña de sí misma, y nos apura a la destrucción.