En un artículo publicado hoy en Página 12, el actual Ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Esteban Bullrich, dice, de manera fecunda, que hay que dejar de lado las prácticas inútiles de la “chicana” y ponerse a trabajar conjuntamente, reconociendo (como ya había hecho el ministro en ocasiones anteriores) las muchas cosas buenas que han hecho los gobiernos, primero de Néstor Kirchner, y de Cristina Fernández, después.
Lo interesante de la nota en cuestión es que el funcionario PRO se distanció de las efusivas muestras de simpatía de Federico Pinedo y otros pesos pesados del partido, quienes en estas últimas horas, pese a la consigna de hacer mutis en vistas del 2015, sorprendieron a propios y ajenos apoyando tácitamente al ex presidente Duhalde, quien se despachó sin filtro llamando a la rebelión de los justos y echó un grito al cielo denunciando “¡fraude!”.
Mientras tanto, el resto de representantes políticos condenó la retórica cuasigolpista del ex presidente, denunciando la campaña de miedo a la que nos tienen acostumbrados los cavernícolas de siempre. Incluso los amigos de la Coalición Cívica, habiendo tomado nota de la suerte que le cupo a Carrió debido a sus arrebatos de delirio dostoievskiano, salieron a darle palos al dirigente de Lomás de Zamora.
Lo importante, sin embargo, es que Esteban Bullrich se hizo eco de la campaña “Cristinista”, y llamó a los hipotéticos vencederos y vencidos del próximo Octubre a trabajar por un futuro que nos encuentre unidos y no revueltos. No exigió un cambio de rumbo, como hubiera sido esperable, sino una profundización del modelo.
Mientras tanto, Juan Manuel Santos, el presidente colombiano, homenajeó al ex mandatario Néstor Kirchner convirtiéndolo en una suerte de prócer que ayudó a sentar las bases de una Sudamérica unida que sea capaz de enfrentar las terribles amenazas que nos vienen de fuera.
Algo semejante declaró, con poca repercusión en los afiebrados medios anti K, el ex tupamaro que preside ahora mismo la República Oriental del Uruguay, cuando nos advirtió de los tiempos de oscuridad que acechan a nuestro continente, nos llamó a la unidad y encomió las labores de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en esta dirección, al tiempo que embestía silenciosamente contra los de adentro que siembran cizaña, para beneficio de los de afuera.
Lo que en este rubro se está haciendo tiene signos de convertir a los líderes actuales en próceres de nuestro mañana. No está lejos el bronce para aquellos que están dando forma a la comunidad que viene.
Entretanto, algunos periodistas, convertidos en operadores políticos de primera línea, azuzan a los candidatos a hacerse cargo de esta hora trágica que enfrentan los menos ante las mayorías esperanzadas.
Lo cierto es que en esta mitad más uno que viene a confirmar el rumbo de estos ocho años de proezas manchadas, eso sí, con algunas erradas que no debemos empeñarnos en defender, además de la militancia juvenil embanderada con la memoria de la utopía que tanto detesta Duhalde, hay una gran cantidad de votos de gente corriente, que aprueba sin prisa, pero con tiento, lo hecho y deshecho en estos años. La suma total de logros políticos y económicos, además de los procesos de deconstrucción cultural e institucional abiertos durante estos ocho años por el gobierno K, producen vértigo al observador y un entusiasmo que no prospera en otras latitudes.
Por lo tanto, podemos hablar de un Kirchnerismo de dos velocidades. El de los “virtuosi”, “los militantes de la liberación”; y los practicantes “laicos” que se sienten parte, por adhesión, de este movimiento que han echado a andar los más entusiastas, dándole colorido a la escena local, renovando los ideales que parecían para siempre destinados al olvido, reinventándolos en el presente en una suerte de hermenéutica teológica, por medio de la cual se preserva el espíritu de la transformación final, a través del ritual cotidiano de la consagración de los horizontes últimos que algunos soñaron a deshora.
Ahora bien: honrar el voto es tomar en consideración esas dos velocidades. Un difícil, aunque no imposible, equilibrio, que puede dar lugar a herejías a dos bandas. Lo importante es entender que en la Ekklesia Kirchnerista hay lugar para todas las voces, siempre y cuando se entienda que la unidad nacional es una construcción que necesita de conducción y lealtad.