Venezuela en la lista de “estados canalla”

La trama oculta

La condena a la represión que lleva a cabo el gobierno de Nicolás Maduro contra una parte de la población civil venezolana, embarcada en un ciclo ininterrumpido de manifestaciones callejeras en las cuales se cuentan (según informan los medios internacionales) decenas de muertos, no debería ocultar el trasfondo en el cual se produce esta situación.

Para empezar, no debería ocultar que el conflicto entre gobierno y oposición y el derramamiento de sangre no se ha producido exclusivamente en las calles. Una andanada de asesinatos selectivos de líderes sociales y simpatizantes chavistas han sido perpetrados por la misma oposición, asesinatos de los que la prensa internacional no ha dado cuenta o, al hacerlo, lo ha hecho de manera sesgada, distorsionando de ese modo la naturaleza y alcance del conflicto.
Tampoco debería permanecer oculto que una parte importante de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro mantiene desde hace años una estrecha connivencia (además de obtener generoso financiamiento) con gobiernos extranjeros (como Estados Unidos – que destina una parte de su presupuesto parlamentario a financiar desde hace años a grupos opositores, en una muestra explícita de injerencia en los asuntos internos de un país soberano).

Una larga ofensiva internacional

Varios países de la Unión Europea mantienen una posición ofensiva activa contra el gobierno bolivariano, con claras muestras de complicidad en algunos momentos especialmente graves institucionalmente para el país caribeño, como lo fue el golpe de Estado perpetrado contra el presidente Chávez en 2002.
Otros países latinoamericanos, como es el caso de Colombia (especialmente a través de su expresidente Álvaro Uribe y su antiguo delfín, Juan Manuel Santos, actual mandatario del país) que ha mantenido una sistemática confrontación con el régimen chavista. Los actuales gobiernos de Argentina, Brasil o Paraguay (que han dado un giro de 180º en su política internacional, y ahora se alinean a los intereses y la visión geopolítica que se impone desde Washington) actúan también de manera concertada y arbitraria contra el gobierno de Maduro.

Un diálogo imposible

La condena a la represión no debería tampoco ocultar que los reiterados intentos por entablar un diálogo constructivo entre las partes en pugna han llegado a un punto muerto, en parte, debido a la negativa de la oposición a aceptar una mesa de negociaciones que permita destrabar el conflicto. Así lo hizo saber recientemente el Vaticano, el cual auspicio dichos diálogos, y el actual Secretario General de las Naciones Unidas, António Manuel de Oliveira Guterres, quien señaló la falta de «honesta voluntad» por parte de la oposición para lograr una salida dialogada al conflicto.

La excusa humanitaria y los derechos humanos

Cuando echamos un vistazo a otros lugares calientes del planeta, como Libia o Siria, y ante la evidente responsabilidad por parte de las potencias mundiales en las masacres que están teniendo lugar en esos territorios, resulta cuando menos descabellado pensar que las sistemáticas injerencias internacionales contra el gobierno venezolano durante todos estos años, acompañadas de un apoyo incondicional a una oposición variopinta y no siempre transparente en sus intereses, no acaben produciendo resultados negativos análogos a los que se viven en el norte de África o Medio Oriente.
Venezuela se encamina hacia una guerra civil. Los gobiernos occidentales y latinoamericanos, las corporaciones multinacionales interesadas en las riquezas del país caribeño, y los medios afines que sostienen el relato antichavista son cómplices y condición de posibilidad de la matanza en curso. Serán también responsables del ominoso futuro que parece reservado al país.

«Huele a azufre»

La satanización de Fidel Castro o Hugo Chávez, también la de otros líderes latinoamericanos que en las últimas décadas resultaron recalcitrantes frente al poder financiero y corporativo, y la actual demonización y ridiculización de Nicolás Maduro, recuerdan otras prácticas de demonización análogas: las de Saddam Hussein o la de Muamar el Gadafi nos vienen inmediatamente a la memoria.
Se trata de estrategias bien conocidas, implementadas para justificar ante la audiencia global que convocan los medios internacionales las intervenciones militares o los apoyos incondicionales a grupos opositores financiados por instituciones y ONGs con intereses espurios en la región. El resultado de estas estrategias ha probado con creces que el daño que producen es inconmensurable mayor que los males que dicen curar.

Venezuela: un estado fallido

De este modo, «Venezuela» (otro nombre en la lista de «Estados canallas») parece dirigirse, inexorablemente, a convertirse en otro «estado fallido», otro ejemplo de los usos y abusos de la retórica de los derechos humanos, y la invocación falaz de la democracia por parte de quienes se resienten ante ella, que pone en evidencia el fracaso de la comunidad internacional.