Dos citas sobre la grieta y el shopping

Como dice la escritora argentina Mónica Peralta Ramos:

«El miedo a los de abajo tampoco es algo nuevo. Por sus poros circula el sudor de una grieta que arranca en los orígenes de la República. Desde un inicio nuestro país se ha visto dividido por una lucha sin cuartel entre los pocos que tienen mucho y los muchos que nada tienen. Estas luchas nunca fueron saldadas y sus turbulencias impregnaron la visión del mundo y de la historia que emanó de los intelectuales que durante mucho tiempo hegemonizaron el discurso de la República. Así, por ejemplo, ese miedo se filtra en el asombro de Juan Bautista Alberdi al conocer a San Martín en 1843 en Francia y darse cuenta de que “no era un indio, como tantas veces me lo habían pintado. No es más que un hombre de color moreno”. El miedo irrumpe descontrolado en la ira de Sarmiento contra los gauchos, esa “chusma de haraganes… incivil, bárbara y ruda” contra la que “no hay que economizar sangre (que) es lo único que tienen de humanos”. (Carta del director de la guerra de policía, Domingo F. Sarmiento, al presidente Bartolomé Mitre, 20 de septiembre de 1861). También aparece en su apelación al exterminio de los indios “porque son incapaces de progreso. Se los debe exterminar sin siquiera perdonar al pequeño que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (El Nacional, 25 noviembre 1876)»

Por su parte, dice David Harvey en Espacios de Esperanza:

«Como remarca Benjamin en su libro sobre los pasajes parisinos del siglo XIX, todo el entorno parece diseñado para inducir el nirvana en vez de la consciencia crítica. Y muchas otras instituciones culturales – los museos, y los centros patrimoniales, las arenas de espectáculo, las exhibiciones y los festivales – parecen tener como propósito el cultivo de la nostalgia, la producción de la desinfección de la memoria colectiva, el cultivo de sensibilidades estéticamente críticas, y la absorción de posibilidades futuras en una arena no conflictiva que está eternamente presente. Los continuos espectáculos de mercancía cultural, incluida la mercantilización del espectáculo mismo, funciona como un molde para la actitud hastiada (la fuente de toda indiferencia) que, como hace mucho señaló Simmel, es la respuesta al excesivo estímulo de la configuración urbana. Las múltiples utopias degeneradas que hoy nos rodean – el shopping y las utopías «burguesas» comercializadas de los suburbios son paradigmáticas – son tanto una señal del fin de la historia como el colapso del muro de Berlín. Instancias de aceptación, en vez de crítica, de la idea de que «no hay alternativa», excepto la que nos ofrecen conjuntamente las fantasías tecnológicas, la cultura mercantilizada, y la interminable acumulación de capital.»

De este modo, combinando las citas de Peralta Ramos y de Harvey podemos caracterizar ese «otro lado» de la grieta que, pese a sus odas al diálogo, hoy furiosamente vocifera contra la democracia misma (ahora culpable de todos nuestros males); ese otro lado de la grieta en el que se expresa impunemente el odio al pobre y el deseo de apropiación; ese otro lado de la grieta que justifica las prácticas sistemáticas de exclusión, y aplaude la angurria desbocada.